
No es raro ir casa de alguien y comprobar que tiene una guitarra llena de polvo en el armario o apoyada en la pared. Muchos pasaron por ese momento en la infancia o en la adolescencia en el que pidieron a sus padres comprar una guitarra para poder tocar sus canciones favoritas.
La cruda realidad de la mayoría de estos instrumentos fue la de terminar con suciedad y con alguna cuerda rota en algún lugar de la casa.
Toda la ilusión que tenía aquel niño parecía desvanecerse al comprobar que de allí no salía ningún sonido agradable y al sentir lo difícil que era apretar con los dedos las cuerdas sobre el mástil.
Esto mismo sucede cuando alguien quiere dejar de fumar y va al médico o se compra un libro para dejar de fumar: llega a casa, pone en práctica esos consejos y ve que las ganas de fumar y otros síntomas de la abstinencia NO desaparecen de golpe y porrazo.
A partir de este momento, la persona puede hacer dos cosas:
- Seguir fumando (dejar la guitarra en el armario)
- Esforzarse para aprender a vivir sin tabaco (ensayar una y otra vez con la guitarra hasta aprender a tocar una canción).
El camino que escojas determinará tu futuro. De ti depende y de nadie más.