
En la mayoría de las ocasiones que hablo con un fumador o una fumadora sobre dejar de fumar, la conversación termina focalizándose en las probabilidades que uno tiene de enfermar o incluso de morir como consecuencia del tabaco. El fumador valora si es preciso dejarlo o no en función de estas cuestiones. No es raro escuchar aquello de: “sé que fumando estoy comprando muchos boletos para terminar enfermando”. Esto suele llevar a tener el siguiente pensamiento: “si supiera que el tabaco no me fuera a matar en un futuro, ni me plantearía dejarlo”. Este razonamiento es muy frecuente y dejar ver lo mal que comprendemos el problema.
Todo fumador posee un boleto premiado. Cuando “rascamos” para comprobar cuál es el premio, aparece la palabra “ADICCIÓN”. ¿Qué significa esto? Pues que el fumador no tiene que esperar a saber si le toca el boleto del cáncer o del infarto de miocardio (por poner unos ejemplos), pues por el simple hecho de fumar ya padece una enfermedad: una seria drogadicción. Esta realidad que muchos no quieren ver, debería ser motivo más que suficiente para desear dejar de fumar. Todo fumador debería llegar a ese punto en el que dijera “estoy deseando dejar de fumar y acabar con esta terrible adicción que me tiene sometido y me obliga a consumir la droga una y otra vez”.
Tristemente el consumo de esta droga está muy generalizado y eso hace que NO se perciba como una seria drogadicción y al fumador, como un drogadicto. Por culpa de esta visión errónea, es más fácil encontrar fumadores del tipo “tengo que dejar de fumar, me ha dicho el médico que tengo los pulmones muy enfermos”. ¿De verdad que lo único importante son los pulmones? ¿No nos importa sufrir una adicción? ¿No es suficiente para levantarnos de la silla, pegar un golpe en la mesa y mandar todo el tabaco a la basura?
Los distintos métodos y los diversos tratamientos farmacológicos que existen para dejar de fumar tienen muy poco que hacer si el fumador no está convencido de todo esto.