
Sin ánimo de comparar y sí de explicarme lo mejor posible, podríamos decir que la abstinencia que se siente al dejar una droga es «como una especie» de duelo o proceso por el que pasamos cuando perdemos a alguien.
El ser humano, en condiciones normales, tiene la capacidad de superar las pérdidas. Todos perdemos a alguien durante la vida. La muerte de un familiar es triste, dura, muy amarga, pero no tenenos un plan B. Nos la tenemos que comer.
De la misma manera, cualquier fumador estaría en disposición o sería capaz de superar su adicción. Aquí la diferencia y obstáculo es que SÍ HAY UN PLAN B: comprar o pedir tabaco, y fumártelo.
Por ello no estaríamos hablando de no poder soportar la abstinencia, pues para eso todos estamos cualificados, estaríamos hablando de no soportar la tentación de interrumpir nuestro proceso de curación mediante el consumo de un cigarrillo. Aunque parezca lo mismo, son dos cosas muy distintas. No es lo mismo NO PODER DEJAR DE FUMAR, que NO ESTAR DISPUESTO A MANTENER LA ABSTINENCIA. No es incapacidad es decisión.
Este post tiene una finalidad, y es aquella de decirle al fumador que no se engañe más cuando dice sin tapujos QUE NO PUEDE DEJAR DE FUMAR, porque realmente sí que puede, pero prefiere abrazarse al plan B que es más fácil, más cómodo… No nos avergoncemos por ello, es la única realidad. Nuestra capacidad para vivir sin fumar es real y se pondría de manifiesto si de ello dependiera, de una forma directa e instantánea, la vida de nuestros hijos y no la nuestra propia.