
Soy Alberto, un hombre de 47 años. Fumo desde los 13. El lunes pasado intenté demostrarle a mi pareja que era capaz de estar 7 días sin fumar. ¿Sabes lo que ocurrió? Que no pude. Sé que si me hubieran atado de pies y manos no me hubiera ocurrido nada por no encender un cigarrillo, pero simple y llanamente, no quise soportar el deseo y el malestar que “no fumar” me causaba.
Hoy me pregunto sobre el tipo de problema que tengo encima. Como el diabético que no puede estar sin su insulina o el drogadicto que no puede pasar sin su dosis, ME HE DADO CUENTA QUE YO YA NO SÉ VIVIR SIN TABACO.
Siempre me había preocupado esa probabilidad de terminar enfermo o muerto por fumar, pero hoy me he percatado que sufro un problema mayor: necesito fumar tabaco para llevar una vida normal, para realizar todas esas cosas que la mayoría puede hacer sin la necesidad de fumar. Todo esto me preocupa, y por qué no, reconocerlo me indigna, me enoja.
Me considero una persona inteligente, competente, con las ideas claras, muy trabajador y con mucha fuerza de voluntad, pero en esto soy un auténtico desastre.
Ahora me pregunto cómo salir de este laberinto donde me encuentro perdido. Si fumo, malo, pero si lo dejo también malo.
Lo peor de todo es que esta situación no es nueva, llevo 34 años sufriéndola sin saberlo. Más de media vida ignorando que era preso del tabaco, creyendo que fumaba porque yo lo elegía conscientemente. ¿Cómo he podido tardar tanto tiempo en darme cuenta? ¿Cómo es posible que haya tanta gente que siga sin darse cuenta?
No sé si dentro de unos años desarrollaré un cáncer por tantos años tragando humo, para mí eso ya es lo de menos. Hoy quiero pensar que puedo salir de esta trampa, ésa será mi prioridad: levantarme un buen día sin esa necesidad de meterme mi maldita “insulina” para poder disfrutar de un día como otro cualquiera. Vivir sin esa alarma que me recuerda cada 30 minutos que necesito fumar un cigarrillo. Experimentar esa libertad que tiene el que nunca ha fumado. Ser libre, libre de esta droga. Me considero afortunado al menos de haber despertado, tarde, pero satisfecho por no seguir creyendo todas aquellas mentiras que me hacían seguir fumando.