
Los seres humanos buscan estímulos para satisfacer necesidades. De éstas hay de todo tipo: podemos disfrutar de una buena película, una sabrosa cena o un viaje maravilloso.
Aquí lo novedoso puede ser más estimulante y, por tanto, más placentero. Así es, nuestro cerebro se va acostumbrando y va necesitando cosas distintas o en mayores cantidades, es decir, aumentar cualitativa o cuantitativamente los estímulos para lograr una misma sensación.
Cuando inundamos los sentidos de estímulos, cada vez es más difícil lograr ese toque diferenciador y así lograr ese efecto deseado, pudiendo generar un vacío difícil de llenar. Nunca quedamos conformes con nada.
Hay personas que se sientan en una mesa y se toman tres cervezas acompañadas de algún snack. Luego almuerzan alimentos muy salados, condimentados o altos en grasas acompañados de varias copas de vino o de más cervezas. Al finalizar se toman un café, y un dulce, y una copita de licor. A continuación se ponen una buena copa, de ron, whisky o ginebra, acompañados de alguno frutos secos. Y toda la tarde van añadiendo una copa y otra, y otra más…
Esto puede ocurrir a todos los niveles, con las relaciones sociales, con los planes de fin de semana, la sexualidad, los viajes, las compras de ropa, dispositivos electrónicos…
Cada vez más y más, hasta un punto, que si llega una época que por lo que sea uno no puede mantener ese ritmo, uno se queda triste y desinflado, como si faltara algo. Y no solo esto, uno se aburre de todo. Con el tiempo, aunque sigan estimulándose con las mismas cosas, cada vez el placer será menor. Todo tiene un límite, cuando el umbral para ser sorprendido está por las nubes, cuando uno ya esta completamente saturado de estímulos y no responde a nada.
Vivimos una sociedad en que hemos perdido la capacidad de almorzar una rica comida bebiendo agua, y disfrutar con ello. Si no está la cerveza o el vino, uno prefiere ni ir, porque no lo va a disfrutar igual. No se tiene la capacidad de deleitarse con una buena copa de vino o un dulce exquisito de forma esporádica. Todo tiene que ser a lo grande, hasta reventar y quedar plenamente saciados. Hablamos de una sociedad alcoholizada, mal alimentada y gran consumidora de drogas. Pero lo peor no es esto, sino la sensación de que es lo normal. Tristemente el que no bebe en una reunión social, o el que no se marca un gran viaje cada año es un soso, un aburrido o no sabe disfrutar de la vida. Esto se lo estamos enseñando a los niños, ya el helado no es algo especial, cuando se lo terminan siguen aburridos. Esto me recuerda a la película Charlie y la fábrica de chocolate cuando la niña Veruca, tras lograr su billete dorado, le dice a su padre ¡Ahora quiero otro poni!
La riqueza de toda persona debiera estar en la mesura y en el placer de las cosas que suceden solo en ocasiones especiales y en pequeñas cantidades. Hay mucha adicción tolerada socialmente.
Es triste como consumimos películas y series de televisión como locos, tres o cuatro capítulos al día. Antes teníamos un par de canales y disfrutábamos en familia de esa modesta serie que nos hacía pasar un buen rato. Hoy disponemos de cientos y no sabemos cuál poner (¡no hay nada de interés!). Y sí que hay algo de interés, pero a nosotros ya no nos sorprende nada. Hoy arrasamos con todo como langostas. Tenemos un umbral ya demasiado alto como para satisfacerlo. Tenemos millones de fotografías digitales guardadas en nuestro teléfono, pero no vemos ninguna. Cuando podíamos hacer 24 o 36 con un carrete, íbamos a revelarlas con toda la ilusión del mundo.
Gran parte del malestar que siente el fumador al dejar de fumar tiene mucho que ver con esto, por ello la necesidad de reflexionar sobre estas cuestiones.
Una vez que te liberas del tabaco, puedes empezar a comprender que todas esas cosas que eran necesarias para ser feliz son completamente prescindibles. La felicidad no tiene nada que ver con estar cubriendo este tipo necesidades impuestas por una sociedad altamente consumista.
Somos la generación que dispone de más bienes y servicios y la más insatisfecha y con más problemas psicológicos.
Esta realidad, para el ciudadano común, es muy difícil de comprender, y eso es un grave problema. ¿Sabrás salir?
Dejar de fumar puede ser solo el primer paso para lograr una vida muy distinta.
QUE VERDAD DESPRENDEN TUS PALABRAS SOMOS UNA SOCIEDAD EN UN PORCENTAJE BASTANTE ALTO INSATISFECHA .LA SENCILLEZ DE LA VIDA NO LA SABEMOS APRECIAR Y CREO QUE ESO HACE QUE UNA GRAN MAYORIA ESTEMOS INSATISFECHOS PERO GRACIAS A PERSONAS COMO TÚ QUE HACEIS QUE LOS DEMÁS PODAMOS VER LA VIDA DESDE OTRA PERSPECTIVA. ÁNIMO PABLO SIGUE ASÍ QUE LE ESTAS ABRIENDO LOS OJOS A MUCHA GENTE TE FELICITO
Gracias.