
Ya sabemos que las creencias erróneas son los pilares sobre los que cada fumador edifica su adicción. Recordamos que estas creencias aparecen para resolver la incoherencia interna que nace por fumar y saber que eso es malo.
Leon Festinger nos decía que la persona elegirá la opción que ofrezca menos resistencia, es decir, la que exija menos esfuerzo. Normalmente se elige dejar de fumar, pero esto supone mucho sacrificio. A continuación, reducir la cantidad de cigarrillos y alterar parcialmente las creencias erróneas, pero al final también nos cansamos de no fumar el número deseado. Por ello casi todos los fumadores optan por perpetuar la opción más «fácil»: seguir fumando lo que nos da la gana y construir todo un conjunto de mentiras que crecerán y se harán muy resistentes con los años.
Detrás de la frase «elegirá la opción que ofrezca menos resistencia«, hay una cosa: la PEREZA.
Así es, todo la estructura compleja que levanta inconscientemente la mente del fumador parte de una semilla común, la pereza.
Pereza, los primeros años, a pasar un fin de semana de amigos sin tabaco, a beber cerveza sin tabaco, a pasar un día de playa sin tabaco…
Esa pereza inicial, aparentemente inocente, será la causante de todo lo que venga después.
Esto ocurre en muchas otras enfermedades graves que aparecen por una mala alimentación o por no hacer ejercicio físico. Nos puede resultar muy chocante, pero detrás de un paciente que sufre porque le han de amputar las dos piernas, puede haber una persona que se negó a inflarse de dulces durante años a pesar de las recomendaciones médicas y de un tratamiento ignorado. Detrás de ese paciente que muere de cáncer de pulmón por fumar, también hubo un fumador que no quiso enfrentarse al esfuerzo de privarse de tabaco.
El indeseado final de la maldita pereza.