
Éste era un perro cuyo dueño lo tenía siempre amarrado con una cuerda muy larga. Aparentemente podía moverse de su comedero al árbol y por aquel patio donde vivía. Un día, el perro decidió escaparse por los fuertes golpes a los que su amo le sometía. Fue en aquel momento, cuando corrió y la cuerda le paró en seco, cuando se dio cuenta que nunca había sido libre.
Esto mismo le suceden a muchos fumadores. Minimizan su pérdida de libertad y el grado de sometimiento que sufren ante la droga. Es cuando intentan dejar el consumo de nicotina cuando se dan cuenta de lo «enganchados que están». Mientras el fumador se mueve alrededor de la droga, la cuerda de su cuello no tira. Es cuando intenta dejarlo, cuando quiere salir de su zulo, el instante en que la cadena se hace visible y la gravedad de la situación se hace patente. El Carcelero es un amo malo cuyo único propósito es que el fumador le siga abasteciendo su dosis mientras piensa que lo hace libremente.