
Es sobradamente conocido aquello que se recomienda a los profesionales sanitarios de aprovechar cualquier contacto con el fumador para soltar eso que conocemos como “CONSEJO BREVE”.
Aprender el contenido de ese “consejo breve” no es una tarea difícil, pero la manera de transmitirlo no siempre es la más adecuada. Sabemos el “qué” pero a veces no dominamos el “cómo”.
El consejo breve no siempre supone acercar al fumador a un intento exitoso, a veces podemos caer en el error de lograr el efecto contrario. ¿Cómo podemos evitar esto?
Imagina que la profesora de uno de nuestros hijos nos llama para hablar con nosotros. En la reunión nos comunica que nuestro hijo es un mal estudiante, es irrespetuoso y acosa a compañeros de la clase. Esta nueva información choca de lleno con el concepto que tenemos de él (un niño bueno, amable, estudioso y colaborador en casa). Cuando a una persona se le presenta una nueva información completamente contradictoria a su sistema de creencias, necesita invalidar esta información para proteger todo ese conjunto de creencias fuertemente arraigadas. Es decir, cuando una persona se expone a nueva información, según le encaje o no, procederá a poner en marcha ciertos mecanismos de compensación. Unos de estos mecanismos es el simple rechazo de esta información, es decir, lo que solemos entender como “entrar por un oído y salir por el otro”. Otra manera de proteger a nuestro sistema de creencias es la consideración como no fiable de la fuente de donde emane esa nueva información. En este caso, por ejemplo, “pensar que esta profesora nueva no tiene ni idea, que es una incompetente”.
Por ello en Fumabook describimos el proceso de “Validación de la fuente” y de “Inhibición de la fuente”.
Supongamos que somos una persona con alta autoestima, con capacidad de liderazgo y que ocupamos un alto puesto de responsabilidad en nuestra empresa. Al acudir a nuestro médico de cabecera para controlar la hipertensión arterial, nos comunica que debemos dejar de fumar y que si no lo hemos conseguido es porque no hemos llevado a cabo el trabajo suficiente o porque no tenemos fuerza de voluntad. En ese momento, la información que nos proporcionan choca frontalmente con la opinión que tenemos de nosotros mismos, con lo que procederemos a iniciar la “Inhibición de la fuente”, elaborando uno o varios pensamientos de estos: este médico no tiene ni idea, seguramente nunca ha sido fumador, ¿quién se cree evaluando mis capacidades y mi fuerza de voluntad?, etc. Todo esto predispondrá al fumador a tomar una o dos de estas perspectivas:
- Obviar o negar el resto de información que le llegue sobre tabaco por parte de este sanitario.
- Atrincherarse fuertemente en su decisión de seguir fumando.
En ocasiones, un profesional sanitario puede tener muy buenas intenciones, pero si las formas no son las más acertadas podemos ocasionar el efecto contrario. El médico, enfermero o psicólogo que atiende a un paciente, en un primer contacto, no debe cuestionar sus creencias o sus miedos. No es momento de debatir si fumar es un placer o no, si su conducta es irresponsable o no, o si será el responsable de sus problemas de salud presentes o futuros.
En la lucha contra el tabaquismo no todo vale. Muchos fumadores salen de la consulta enojados, y eso en ocasiones supone retrasar un posible intento serio durante varios años. La dependencia al tabaco es una seria drogadicción, y como ocurre con otras psicopatologías, no deben ser tratadas por gente sin conocimiento o experiencia.
El consejo breve debe ser proporcionado asépticamente sin entrar en valoraciones personales