Imaginaos por un momento que os hacéis en la rodilla una herida y que os acostumbráis a rascarla cada pocos minutos. ¿Qué sucederá? Pues que la herida no sanará. En efecto, cada vez que pasemos nuestras uñas, arrastraremos el tejido nuevo que nuestro cuerpo esté regenerando para tapar la herida.
Digamos que, al dejar de fumar, sucede algo parecido.
La adicción a la nicotina es como una «herida en nuestro cerebro» que cuando dejamos de fumar se empieza a curar sola. El problema es cuando la «rascamos» dándole protagonismo, lamentándonos una y otra vez, diciéndonos continuamente lo que lo echamos de menos, lo bien que nos sentiría un cigarro o lo mal que lo estamos pasando…. «rascando y rascando sin parar». O lo que es peor, hurgando en ella, haciéndola más grande y profunda al sucumbir a la tentación cuando encendemos uno e inhalamos su humo.
Solo en tu mano está que dejes curar la «herida»