Imagina que te encantaran las gambas, ¿las comerías todos los días? ¿Las aborrecerías a los meses de estar comiéndolas día tras día?
¿Te gusta mucho tomar un baño con burbujas? ¿Te lo darías cada 40 minutos o acabarías hasta las narices?
¿Recibirías un masaje en la espalda cada hora o terminarías aburrido o aburrida de ello?
¿Comerías pasteles cada tres horas o terminarías odiándolos?
¿Disfrutas estando con tus hijos? ¿Qué ocurriría si estuvieras con ellos las 24 horas del día los 365 dias del año?
¿Te ha pasado alguna vez que en tus últimos días de vacaciones en un hotel o un apartamento de alquiler has estado deseando volver a tu casa?
Así es, las cosas que aportan placer tienen un límite. No puedes estar todo el día comiendo dulces, caviar o marisco… ¡aunque te lo regalasen!
Además de esto, sabes perfectamente que puedes vivir sin estas cosas sin que te origine malestar o tristeza. No son cosas esenciales en tu vida. No te pasa nada si no las comes.
¿Qué ocurre con los cigarros? ¿Qué sucede si los consumes varias veces todos los días del año? ¿Llegas a hartarte? ¿Qué ocurre si dejas de consumirlos?
Hay cosas que se consumen por placer y otras por necesidad. Las necesidades no aburren ni saturan, pues se necesitan. Los placeres hay que dosificarlos, si no dejan de aportar bienestar o satisfacción… dejan de dar placer.
¿De verdad que piensas que fumar es un placer?
Ya tienes la información suficiente para llevar a cabo una reflexión sobre tu consumo de tabaco.