En la vida muchas veces nos preguntamos qué es ser una persona “normal”. Simple y llanamente significa hacer lo que hace la mayoría. En otras culturas, las personas llevan a cabo ciertas conductas que en nuestra sociedad no se verían con buenos ojos. Si las llevásemos a cabo en nuestro entorno, no pareceríamos personas “muy normales”. En efecto, no tenemos un manual universal donde se recojan los criterios que definan a una persona normal. Somos la interpretación de lo que hacemos, y esta interpretación viene mediada por nuestro entorno socio-cultural.
Tal y como ocurre con el “ser normal”, ocurre con el ser fumador y exfumador, también tiene ciertas connotaciones sociales. Ser fumador viene determinado por una serie de características, fundamentalmente por fumar cigarrillos. Si fumas, eres “fumador”. Si no fumas, eres “no fumador”. Entre un término y otro no hay uno intermedio. Tristemente nuestra sociedad ha hecho vernos a todos (tanto a fumadores como a no fumadores) que la persona que dejar de fumar es un “exfumador”. Esto conlleva arrastrar una serie de características negativas que se atribuyen injustamente a los fumadores, y que quedan impresas en los exfumadores en forma de lacra o secuela. Que una persona haya sido fumadora durante unos años, no lo hace una persona diferente y excepcional. El único interés que puede tener haber sido fumador es ante una entrevista médica donde el sanitario te esté preguntando por tus antecedentes para valorar tu estado de salud actual.
Desde el primer segundo que una persona deja de fumar, se convierte en un NO FUMADOR, y así ha de presentarse al mundo entero. Así que, si al día siguiente de apagar tu último cigarrillo te ofrecen uno, di muy vivamente !YO NO FUMO!