Esta pregunta es una de las más frecuentes y preferidas en aquellas personas que desean eliminar el tabaco de sus vidas. Una respuesta clara y definida para esta cuestión nunca la vamos a hallar, ya que cada fumador experimenta la adicción al tabaco y sus consecuencias de una forma muy distinta, ya sea a nivel físico o psicológico. Trazar una línea al respecto no sería lo más adecuado. No obstante vamos a dar una explicación que se acerca mucho a la realidad y que seguramente te va a interesar.
Desde el primer día que dejas el tabaco, aparecen unas ganas muy intensas de fumar. Este deseo irá disminuyendo muy poco a poco durante los primeros meses, de una forma tan sutil, que no irás notando a penas este descenso. Además, este decrecimiento no es lineal, es decir, pueden aparecer días donde las ganas aumentan súbitamente, aunque hayan pasado semanas o incluso meses. Hay que quedarse con que la tendencia general de ese deseo es ir desapareciendo muy paulatinamente con el tiempo. Pero, ¿cuándo desaparecerán por completo esas ganar? ¿Viviré toda mi vida acordándome del tabaco?
Antes de responder a esta pregunta hay que distinguir dos tipos de deseos. Es de vital importancia entenderlo:
- Por un lado, están las ganas de fumar típicas de los primeros meses, donde, si no fumas un cigarrillo, te encuentras mal, te enfadas, sientes angustia, tristeza. Ciertamente experimentas una fuerte necesidad y que ésta no es satisfecha. Para entendernos, sería como cuando un niño pequeño no consigue lo que quiere y se enfada y se pone a llorar por ello; o cuando tienes un hambre atroz y te encuentras muy mal.
- En cambio, hay otro tipo de deseo que aparece a los meses y puede durar varios años, pero que se expresa de una forma totalmente diferente. Este deseo no produce malestar, ni ansiedad, ni tristeza, ni ira, ni ninguno de esos desagradables síntomas asociados a la abstinencia. Para comprenderlo mejor, sería como si me preguntaran “¿Te gustaría estar ahora mismo tumbado en una playa del Caribe, escuchando una música agradable y bebiendo una rica piña colada?”. Yo respondería: “Pues sí, sí que me apetecería”. Y volverían a preguntarme: “¿Te ocurre algo por el hecho de que no estés ahora mismo en el Caribe tomándote esa exquisita piña colada en vez de estar trabajando desde temprano? ¿Te produce ansiedad? ¿Te produce tristeza o ira? ¿Lo echas de menos? ¿Estarás pensando el resto del día en ello? Yo respondería: “En absoluto, porque me los has preguntado, si no, no hubiera pensado en eso, y no me pasa nada porque no esté ahora mismo en el Caribe… no tengo Necesidad”.
Eso mismo es lo que puede suceder a los meses y en los primeros años tras dejar el tabaco. Puede haber situaciones muy concretas en que pueda surgir en una conversación o un pensamiento espontáneo la idea de “sé que ahora mismo podría apetecerme un cigarrillo”. Pero ese deseo no es doloroso, ni angustioso, ni nos supone ningún esfuerzo, ya que no existe la Necesidad. Son pensamientos que proceden fundamentalmente de fuertes asociaciones de tu pasado entre algunas situaciones y el tabaco.
Por ello, si te acercas a alguien que lleva dos años sin fumar y le preguntas en la celebración de una boda “¿Te fumarías ahora mismo un cigarro?”, pues quizás te pudiera responder que sí, pero eso no significa ni que lo estuviera pensando, ni que le estuviera atormentando y ni que mucho menos les estuviera estropeando la fiesta.
Entiendo, que a pesar de ello, siempre podemos citar a algún ejemplo de alguien que hemos conocido y que ha asegurado un fuerte deseo pasado meses o años. Al respecto quiero decir una cosa. El hecho que conozcamos un ejemplo de algo, no significa que sea la generalidad ni lo normal. Es decir, que yo conozca alguien que no se haya recuperado, por ejemplo, de una ruptura sentimental, no quiere decir que dichos acontecimientos vitales sean insuperables.
Hay personas que no han sabido gestionar correctamente la liberación del tabaco, bien porque los motivos por los que lo dejaron no fueron muy estables, o bien porque, sencillamente, albergan algún tipo de problema personal asociado, psicológico o no, que no les haya permitido una correcta digestión del proceso de deshabituación tabáquica. En la mayoría de los casos suele ser porque se tiene algún contacto con la droga, aunque sea muy esporádico.
Nos tenemos que quedar con lo que suele ocurrir en condiciones normales a la inmensa mayoría, y es que las ganas de fumar desaparecen por completo con el paso del tiempo.
La mente es muy poderosa, si te quieres aferrar fuertemente a esa pérdida o a cualquiera, lógicamente no superarás adecuadamente ese supuesto “duelo”.
Pensar que las ganas de fumar nunca desaparecerán es otra creencia errónea más que genera nuestro cerebro para mantener el consumo, aprovechándose del fuerte miedo que nos puede llegar a originar
P.M. Alles – Psicólogo y escritor del manual para dejar de fumar: Fumabook