Imagina que te llenan con arena uno de los bolsillos de tu pantalón y hacen en él, con una aguja, un pequeño orificio por el que únicamente cabe un solo grano.
Es decir, la arena caerá de tu bolsillo muy lentamente, grano a grano. Luego te dicen que comiences a caminar y que avises cuando «notes» que tu bolsillo esté más vacío.
A medida que pasan los minutos, la salida de los granos de arena es tan lenta que es imposible que percibamos los cambios en el peso de la arena en nuestro bolsillo. Sencillamente llegará un momento en que nos echaremos mano al bolsillo y comprobaremos que éste está vacío. Efectivamente no hemos podido darnos cuenta de esos cambios imperceptibles.
Con el tabaco pasa lo mismo. Cuando apagamos el último cigarrillo, comienzan a producirse cambios muy leves, tanto, que no somos capaces de percibirlos. Por eso no hay que ser impacientes y preocuparnos si con el paso de las semanas no notamos mejoría en los síntomas de la abstinencia o en el deseo de fumar.
Llegará un día en que surgirán pensamientos del tipo «¡Anda! Ayer estuve de fiesta y no me acordé del tabaco en toda la noche, no me había dado cuenta!». Recomendamos visualizar este vídeo aquí.
Al liberarte del tabaco has de ser muy paciente, los cambios serán sutiles y pasarán desapercibidos a nuestros sentidos
Aunque tú no lo veas, tu cuerpo sigue reparándose día a día conduciéndote hacia la libertad
P.M. Alles – Psicólogo y escritor del manual para dejar de fumar: Fumabook
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