¿Llegaré algún día a olvidar al tabaco?

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Al plantearnos dejar de fumar, suele aparecer la gran duda sobre “si las ganas de fumar llegan a desaparecer de una forma definitiva o bien uno vive de por vida con ese deseo constante y molesto de coger nuevamente un cigarro”.

Claramente y sin lugar a dudas, la respuesta es que sí se olvida al tabaco por completo, hasta el punto en que llegas a no comprender por qué fumabas. El rol de fumador desaparece completamente de tus recuerdos. No llegas a entender por qué te suponía tanto esfuerzo dejarlo.

Ahora bien, a veces nos encontramos a alguien que, tras llevar dos o tres años sin fumar, ha vuelto por seguir echándolo de menos. ¿Cómo explicamos esto? Para comprenderlo recurriremos a un sencillo ejemplo. Si nos preguntasen si echamos de menos a nuestra primera pareja amorosa de nuestra adolescencia o juventud ¿qué responderíamos?… pues que no.

Yo no conozco a nadie que cada día que se levanta se recrea en la necesidad de volver a sentir los besos, los abrazos, en fin, la compañía de una persona con la que compartió hace años su vida. En aquellos casos aislados que esto ocurre, podremos decir que no se ha producido una gestión correcta de la ruptura sentimental. No es normal que después de 15 años estemos añorando día a día a una persona hasta el punto de llamarle para que vuelva con nosotros. Lo correcto es que gestionemos emocionalmente la separación de una manera óptima y rehagamos nuestro futuro.

Con el tabaco pasa lo mismo. Lo normal es que el cuerpo vuelva a su estado original de no dependencia al tabaco, siendo muy frecuente que se llegue incluso a aborrecer. El cuerpo tiene una capacidad asombrosa de recuperarse.

El mapa mental que vamos configurando desde la infancia y que supone nuestro almacén de creencias, sirve a su vez como filtro selectivo a la hora de seleccionar la nueva información de entre toda de la que se nos va presentando, soliéndose aceptar la que confirma nuestro sistema de creencias y rechazando inconscientemente aquella que la pone en tela de juicio. Es decir, el ser humano no ve aquello que cuestiona sus creencias fundamentales.

En el caso del tabaco, cuando nos planteamos dejarlo, tendemos a ver solo la información que nos anima a seguir fumando, pues es una función que queda en manos de nuestra mente adicta, un auténtico juez corrupto a la hora de tomar decisiones en lo que se refiere al tabaco. Así, nuestro cerebro rechazará mucha de la información que respalda dejar de fumar y, en cambio, acepta y hace sobresalir, datos del tipo:

  • Conozco a gente que nunca lo ha olvidado y vive amargada.
  • Conozco a personas que han muerto con más de 90 años habiendo fumado toda la vida.
  • Tengo amigos que fuman y nunca enferman.
  • Tengo familiares que no fuman y tienen una salud peor que la mía.
  • El vecino nunca fumó y se murió de un cáncer a los 45 años.

Como veis, si queremos disponer de casos que respalden la idea de seguir fumando, los encontraremos. Ciertamente son mucho menos frecuentes, pero nuestro cerebro hace que esa información “brille” más sobre todas las demás. Depende de ti creer que tu vida será peor sin fumar, que lo echarás de menos y que serás un infeliz durante toda tu existencia. Puedes creerlo, puedes seguir bajo el engaño de la adicción que te manipula y te susurra al oído que sin él no podrás rehacer una nueva y maravillosa vida. O, en cambio, puede plantarle cara al tabaco y comenzar un nuevo camino. De tu decisión y esfuerzo depende.

El tabaco es un parásito indeseable al que se le puede expulsar y olvidar

No creas todo lo que tu mente adicta te dicte, pues te engañará para que le eches de menos

P.M. Alles – Psicólogo y escritor del libro para dejar de fumar: Fumabook

www.fumabook.com

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