Quizás sea ésta una de las preguntas más difíciles de responder cuando abordamos el tema del tabaco. Primero, porque es algo que no podemos medir y, segundo, porque depende de la persona que se trate y otros factores intervinientes. No obstante, haremos una aproximación.
Muchas veces decimos que dejar de fumar cuesta porque se trata de una droga con un gran poder adictivo. Ahora bien, hay otras cosas en la vida como empezar a realizar deporte a diario, seguir una dieta alimentaria determinada o suprimir cualquier hábito que tengamos fuertemente establecido, que también requieren de un gran esfuerzo, motivación y despliegue de fuerza de voluntad. En estos casos no hay droga, no se trata de ninguna sustancia adictiva, pero igualmente nos cuesta conseguir llevar a cabo.
Parece haber un componente «no adictivo» difícil de superar cuando hablamos de cambiar un hábito fuertemente arraigado. Suelen ser los propósitos que solemos hacernos a principios de nuevo año: dejar de fumar, perder peso, salir a andar todos los días, ir al gimnasio, etc. Son pocos los que al final logran dichos retos.
Con el tabaco tenemos la excusa perfecta: «es que la nicotina es muy adictiva». Pero realmente, ¿qué parte de esa dificultad queda atribuida a la droga y qué parte al esfuerzo de cambiar el hábito? Esa pregunta no la podemos responder, pero sí que la tenemos que tener muy en cuenta.
Hagan la siguiente prueba. A partir de mañana pongan el despertador una hora antes de lo habitual y salgan a correr o caminar (según sea su estado físico), de lunes a viernes. Al regreso, dúchense y sigan su rutina habitual. Cuando llegue la noche, cenen algo muy ligero, alguna verdura (alcachofas, judías verdes…) acompañado de un vaso de agua.
1. Por un lado, evalúen el esfuerzo de levantarse de madrugada a salir a hacer deporte y compárenlo con el esfuerzo que hacen cada vez que desean fumar y no lo hacen.
2. Por otra parte, si está acostumbrado a cenar alimentos procesados, evalúen sus sensaciones procedentes de cenar poca cantidad y «poco sabroso» durante las dos horas antes de acostarte y compárenlo con lo que sienten cuando desean fumar, pero no lo hacen.
Saquen sus propias conclusiones y piensen sobre qué valor le darían a la nicotina una vez hayan hecho este experimento.
P.M. Alles – Psicólogo y escritor del manual para dejar de fumar: Fumabook