¿Me da pereza dejar de fumar?

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Es muy difícil trazar la línea que separa el hábito de la dependencia al tabaco. Me explico. Realicen un sencillo experimento. Tomen un hábito que tengan fuertemente asumido y dejen de hacerlo. Por ejemplo, si por las mañanas se levantan y suelen sentarse a tomar un buen café con tostadas, prueben, en su lugar, a comerse de pie un par de manzanas.

O, por ejemplo, si suelen ver la tele por la noche tumbados en su sofá, prueben con hacer otra cosa distinta. Si los fines de semana disfrutan con un largo y tranquilo desayuno, intenten comer fruta y salir rápidamente a dar un paseo.

Normalmente, cambiar de hábitos molesta, y mucho. Es muy frecuente enojarnos cuando alguien en el trabajo nos pide que hagamos algo de distinta forma de la que hemos hecho durante toda nuestra vida laboral. Cuando no me fumo un cigarro en un momento que antes sí lo hacía, ¿qué parte de mi malestar proviene de la ausencia de nicotina en sangre y que parte de mi cambio de rutina?

Nunca sabremos la respuesta a esa pregunta, pero lo que si podemos afirmar es que el cambio de hábito tiene un peso muy considerable. Al ser humano, por lo general, no le gusta cambiar sus costumbres más arraigadas.

Evidentemente, no todo el mundo responde igual ante un cambio de rutina, hay quienes lo toman con alegría y entusiasmo, y, en cambio, hay muchas otras personas que evidencian una fuerte pereza a cambiar algún aspecto de su vida. Hay personas que por el simple hecho de no tener para desayunar lo que habitualmente comen, les hace estar de muy mal carácter.

Es frecuente cuando tenemos el coche en el taller, que nos moleste ir al trabajo durante dos o tres días en autobús o caminando. O cuando el médico nos manda alguna nueva rutina para solucionar nuestros problemas de salud: como controlar lo que comemos, o hacer algún ejercicio físico, etc, siempre preferimos una “pastilla” a “mover el culo del asiento”. Tristemente, esta pereza está muy asociada al fracaso cuando lo que queremos es dejar de fumar. Deseamos que nos den un método para dejar de fumar, un parche, una pastilla, ¡algo que me ayude a conseguirlo sin esfuerzo ni sufrimiento!

El problema de todo esto es que, habitualmente, uno no se hace consciente o no quiere reconocer que es “perezoso”. Aquí entra en juego también el proceso de disonancia cognitiva que hablamos en Fumabook. A nadie le gusta salpicar su Autoconcepto (el concepto que tiene de sí mismo) con características negativas (huraño, egoísta, antipático, cruel, malvado, etc…)

Por eso, es más fácil decir “No puedo dejar de fumar” (por los motivos que sean) a reconocer a los demás y a uno mismo que nos da pereza hacerlo. Guste o no guste, el caso es que algunos de nosotros somos muy perezosos ante los esfuerzos y eso no ayuda a dejar de fumar. Es frecuente cuando el médico nos recomienda hacer deporte que pongamos excusas:

  • Vaya a correr: No puedo, me duelen las rodillas.
  • Camine 1 hora: Yo no valgo para eso, me es muy aburrido.
  • Vaya a nadar: es un rollo secarse el pelo al salir de la piscina
  • Vaya al gimnasio: Eso quisiera yo, los niños no me dejan

Siempre encontramos motivos para no hacer aquello que nos cuesta. A la hora de dejar de fumar, tenemos que hacer un gran esfuerzo. No todo es “falta de nicotina”, hay mucho de pereza a hacer las cosas sin el cigarro en la mano, y eso se cura con esfuerzo, paciencia y tesón.

Es importante no engañarse a sí mismo

Si nos ponemos límites, dejar de fumar se hará un proceso más complicado

P.M. Alles – Psicólogo y escritor del manual para dejar de fumar: Fumabook

www.fumabook.com

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