Hoy quiero compartir un pensamiento con vosotros. A veces nos enfadamos con alguien, o nos dejamos de hablar durante un tiempo. En el trabajo, con los amigos o en la propia familia. Creamos barreras, discutimos, pensamos diferente… cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre. ¿Realmente merece la pena?
A mí, personalmente, me gusta vivir sin rencor. Ya no me gusta creer que la gente es mala por el simple hecho de que disfruten haciendo daño. Por lo general, la gente tiene miedos e inseguridades, y eso nos hace, pues eso, equivocarnos. Todos fuimos niños, caímos y nos levantamos, y con ello aprendimos una serie de cosas.
No siempre se aprenden cosas buenas. A veces se adquieren actitudes de defensa que terminan en conductas de ataque. Detrás de cada uno hay un niño inocente que sufrió y levantó una muralla a su alrededor. A mí me gusta viajar con mi imaginación y tomar el vuelo sobre ese elevado muro. Me elevo alto, y disfruto desde arriba contemplando a ese niño que aún perdura tras esa persona que «parece» hacerme daño. Eso me ayuda a comprenderlo, y lo que es más importante, me sirve para perdonarme a mí mismo, pues no creo que yo tenga el privilegio de perdonar a nadie… solo a mí por tener esos pensamientos y emociones de contrariedad.
Este ejercicio realizado con uno mismo es también muy útil para muchas otras cosas. Sin duda, ayuda para hallar la felicidad. Con el tabaco también sirve. Cierra los ojos y viaja a tu pasado, obsérvate y contémplate como niño, comprende por qué eres como eres y perdónate. Entra en tu ser más primitivo y entiende que allí no tiene cabida el tabaco. Tu vida es posible sin fumar. No es justa tu condena. Tú no mereces eso. Coge una foto tuya de pequeño y pregúntate en qué momento entregaste tu salud y tu libertad a esa droga.
Ya sabes que ha llegado tu hora. Despréndete de esas cadenas y respira por una vez libremente. Tú nunca te mereciste todo eso. ¡Hoy es tu día!
P.M. Alles – Psicólogo y escritor del manual para dejar de fumar: Fumabook
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