El fallo de las dietas para adelgazar

Foto de Andres Ayrton (pexel)

La comida sana está viviendo una gran revolución en las redes sociales (Tik-Tok, Instagram, etc.). Escuchamos conceptos como el de «densidad nutricional», «balance calórico», «macro y micronutrientes», «fit», etc. Para que no te pierdas, se trata de conocer mejor qué comemos en cuanto a sus propiedades nutricionales (proteínas, grasas, azúcares, etc.) y teniendo en cuenta su aporte energético, es decir, intentando enseñarnos a comer aportando «menos o la misma gasolina de la que quemamos» y asegurando los nutrientes necesarios.

Toda esta perspectiva está muy bien, pero es ineficazmente incompleta ya que olvida «lo que siente» la persona. Este es el motivo por el que cuando alguien se configura una «dieta» siguiendo solo estas pautas, suele terminar aburriéndole y abandonando el propósito. Es la filosofía del «plan», de la «dieta milagro», de la «operación bikini». Es terrible cuando alguien te pregunta qué comer para perder 5 kilos antes de la boda de su hermana. Esta perspectiva define perfectamente qué está ocurriendo. Vamos a intentar explicar que falta o que carece en este tipo de enfoques.

Cada uno de nosotros tenemos un estilo de alimentarnos que más o menos nos satisface o nos complace. Habitualmente nos movemos en un intervalo donde, en un extremo encontramos nuestra forma de comer más saludable (situada normalmente de lunes a viernes) y en la otra la manera más permisiva donde nos permitimos algún caprichito que otro (ubicada en fines de semana, periodos vacacionales, celebraciones, etc.). Esto no quiere decir que nuestra forma de alimentarnos de lunes a viernes sea sana, en absoluto, sino que «es más sana» que la otra. Sobre ese intervalo nos moveremos. Lo importante es saber que la persona elige normalmente una manera de comer que le satisfaga, por eso, será capaz de mantenerlo en el tiempo, para bien o para mal. En esta elección van a jugar dos factores de especial relevancia:

  • Lo que a mí la comida me hace sentir en base a sus características (cualidad y cantidad), y responde a qué como y cuánto como (una pequeña porción de pizza o dos platos de ensalada de verduras) y que definirá las comidas que más me apetezcan y las que no.
  • Lo que a mí la comida me aporta desde el punto de vista de la salud, es decir, si es bueno o no para mi salud en base a esas mismas características (cualidad y cantidad). Aquí el gran problema, es que en muchas ocasiones no sabemos lo que es bueno y lo que es malo; lo cultural, lo que nos han enseñado nuestra sociedad a gran escala, y a pequeña en nuestra familia, jugará un papel esencial y determinante. A veces pensamos que algo no es malo para la salud o que no engorda, y es completamente falso. Te sorprendería conocer el grado de desconocimiento que poseemos sobre la materia.

Todo ser humano posee un perfil muy determinado frente a estos dos factores, y le dará más importancia o menos a cada uno de ellos dependiendo de sus intereses. Es decir, habrá personas en un extremo donde abandonen su salud y solo se alimenten pensando en el placer (¡pizza todos los días!), y quienes elaboren sus platos pensando en el bienestar de su organismo (¡lechuguita y pescado a la plancha mañana, tarde y noche!), dejando de lado lo plancentero. En medio de uno y otro, estaremos la mayor parte de la población.

Esta perpectiva actual centrada únicamente en mejorar la cualidad y cantidad de alimentos (comer menos y/o comer mejor) para adelgazar o tener un mejor estado de salud es completamente incorrecta, pues deja abandonado el primero de los factores «lo que a mí la comida me hace sentir«. Por eso la gente se aburre de las dietas en dos días. El gran problema actual de la sociedad es que tiene el paladar (cualidad) y el estómago (cantidad) muy mal educado. En términos generales podemos afirmar que tendemos a comer más cantidad de comida y a ingerir comidas más ricas en grasas y azúcares para sentirnos más satifechos. Lo que te quiero decir es que cada uno de nosotros tenemos un umbral a partir del cual nos sentimos con las necesidades cubiertas. En general este umbral está demasiado elevado y nos exige a comer mucho y mal. ¿Y si la clave estuviera en bajar dicho umbral? ¡Cierto!

Más que obsesionarme en poder construir un pastel de chocolate con menos calorías (lo que ahora se denomina la versión fit de un plato o receta), lo que tenemos es que eliminar esa necesidad de comer pastel de chocolate tras el almuerzo a través de la reducción del umbral de satisfacción.

No es cuestión de sustituir la harina de trigo por avena y Nocilla o Nutella por chocolate puro al 99%, esa no es la cuestión, la clave reside en reeducar para que tomar un puñado de nueces y una fruta sea tan placentero o más que tomarte una gran tarta de chocolate, y eso es completamente posible, NO ES CIENCIA FICCIÓN. No será cuestión de realizar campañas de adelgazamiento restrictivas que no conducen a nada, sino una transformación paulatina en tu manera de sentir la comida. Poco a poco, a través de los artículos en Ñambook te iré contando cómo hacer esto.

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