Donde dije «digo», digo «Diego»

Muchas veces comparamos la adicción a la nicotina con el personaje del Carcelero, o esa parte “adicta” de nuestro cerebro que nos pide angustiosamente su dosis de nicotina. Cuando fumamos periódicamente (aunque sea en menos dosis de la habitual), este ser está plácidamente tumbado en su hamaca, tranquilo, durmiendo su siesta, como el que no quiere la cosa. Éste es el motivo por el que uno no puede sentirse satisfecho por fumar menos o de vez en cuando. En estas circunstancias, la adicción (entendida como enfermedad) sigue activa, completamente en óptimo funcionamiento.

Mientras el Carcelero está tranquilo, te deja pensar con una “aparente” claridad en algunas cuestiones y, por tanto, te permite sacar ciertas conclusiones razonables en lo que refiere a la idea de “dejar de fumar”. Cuando llegue la fecha y dejes de fumar, y el Carcelero se despierte de su siesta, estas conclusiones no te parecerán tan obvias, te harán dudar e incluso anular el intento de dejar de fumar. Es decir, cuando la droga te falte ocurrirá que “donde dije digo, digo Diego”.

En este giro inesperado, el Carcelero suele obligar al fumador a sacar toda la “basura” que pueda, fundamentalmente los problemas pasados y presentes más convincentes. Ejemplos son:

– Me he engañado a mi mismo, yo no puedo dejarlo, soy muy débil.

– Llevo toda mi vida con mucha ansiedad y me da miedo que me dé algo malo.

– En mi casa tuvimos muchos problemas en la infancia, y eso me ha dejado muy marcado.

– Llevo 3 años divorciado, y me he dado cuenta al dejar de fumar que no lo tengo superado.

– En mi primer embarazo tuve un aborto, esa pérdida la llevo todavía arrastrando y me dificulta dejar de fumar.

Como éstas, los cerebros adictos son capaces de sacar casi cualquier cosa. El cerebro adicto es un experto en autoconvencerse. Por ello, recomiendo muy seriamente, antes de que pongas la fecha, coger papel y bolígrafo y hacer un listado de todas esas cosas que te pasaron, te pasan o te puede llegar a influir tan negativamente en el momento de apagar tu último cigarrillo. Es ahora, con el bicho durmiendo la siesta, cuando debes sentenciar objetivamente si tu situación hace que el reto de dejar de fumar sea imposible para ti. Seguramente, con el Carcelero “a su bola” no aparezca casi ningún motivo de estos. Por eso deberás echarle imaginación y justificar razonadamente, ¡AHORA! ,que realmente no son motivos que tengan que ver con el tabaco, que no pueden ser el comodín eterno para que sigas fumando toda tu eternidad.

Cuando dejes de fumar y el Carcelero empiece con las suyas, podrás volver a tus escritos para leerlos, y así poder ver con tus ojos cómo no te parecían un problema pocas semanas antes. Esto te ayudará a ser más consciente del engaño al que estés sometido en las primeras semanas sin tabaco.

No te permitas cambiar el “digo” por “Diego”. Tu palabra vale su peso en oro, que el Carcelero no te obligue a desdecirte.

www.fumabook.com

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