
La conducta de fumar se contrapone o es contraria a toda la información que poseemos que nos dice que el tabaco mata y nos hace seres adictos. Esto es lo que produce esa incomodidad psicológica llamada Disonancia Cognitiva.
Cuando recibimos ayuda para dejar de fumar (consejos, terapia, libro, etc.) esta información crece, por lo que esta disonancia aumenta. La disonancia molesta, incomoda, genera malestar e, incluso, mucha culpa, pues fumamos a pesar de saber que es un veneno mortal y tremendamente adictivo.
Cuando el fumador intenta dejar de fumar pero se rinde ante la dificultad, se enfrenta a una situación muy áspera y dolorosa, pues decide seguir fumando pero sufriendo una mayor disonancia cognitiva (mayor que la que antes de recibir la ayuda sufría). Ante esto, lo lógico sería dejar de fumar, pero al suponer un proceso muy costoso, el fumador tenderá a disminuir la cantidad de cigarrillos para disminuir la disonancia para lograr ese pensamiento de»fumar es malo, pero, por lo menos, ya no fumo tanto».
Esta estrategia, la de fumar menos o de vez en cuando, puede ejercer menos daño físico sobre el cuerpo (pulmones, arterias, etc.) pero a nivel de la adicción como enfermedad, supone un auténtico desastre. En esta situación, el fumador entra en un secuestro mental, donde su engaño se agudiza y queda a la deriva bajo el control del cerebro adicto.
Para el fumador solo debe haber dos opciones posibles: la de fumar su cantidad habitual o la de no fumar, pero soluciones intermedias para tener contentos a todos es la peor alternativa (contento al fumador pues fuma menos y contento al cerebro adicto que sigue recibiendo su dosis de droga).
Este secuestro mental lo vivirá el fumador con naturalidad, como si estuviera haciendo algo bueno ya que lo sostendrá con argumentos que para él son válidos: «para mí es un éxito fumar tan poca cantidad», «me siento más tranquila bajando la cantidad de cigarrillos», «a mí me está sirviendo»…
Por mucho que le aconsejemos lo contrario, el fumador no querrá ver que lo que está haciendo esta mal, hará oídos sordos y seguirá con su nefasta estrategia. Por eso decimos que existe un SECUESTRO MENTAL. Aunque avisemos previamente a los fumadores sobre la posibilidad de padecer este secuestro, uno tras otro caen pensando que su caso es especial, está justificado.
La dureza de este secuestro mental es de tal calibre que requiere que el fumador se agarre ciegamente a las recomendaciones que le da Fumabook, sin interpretar, sin manipular, sin modificar las pautas, simple y llanamente hazlo así y no permitas que el cerebro adicto te confunda: PON UNA FECHA FIJA, INAMOVIBLE, HASTA ENTONCES FUMA TU CANTIDAD HABITUAL, SIN REDUCCIONES Y CUANDO LLEGUE EL DÍA NO FUMES NI UNO BAJO NINGÚN CONCEPTO NI SITUACIÓN.