Cada vez que una persona fuma un cigarrillo deja una huella en su cerebro de la misma manera que un vehículo deja la marca de sus neumáticos cuando pasa por encima de la hierba. Cuanto más tiempo fumemos, más clara será esa huella, como cuando vemos la ruta que ha dejado un coche por tanto entrar y salir a diario de una finca.
Cuando dejamos de fumar, el coche deja de pasar, dejando que, poco a poco, los nuevos brotes vayan apareciendo tapando las «calvas» dejadas por los neumáticos de las ruedas. Cuando apagamos el último cigarrillo, nuestro hierba crecerá muy poco a poco, muy lentamente, pero un día será tan alta como la demás y el antiguo camino no se distinguirá. En ese día, la necesidad de una nueva dosis desaparecerá por completo y la cuarta fase del Ciclo PAPI (Independencia) habrá culminado.
Durante todo el proceso cuando dejamos de fumar (fases de Abstinencia, Precaución e Independencia) un solo cigarrillo supondrá pasar nuevamente con el coche, doblando y torciendo los nuevos verdes tallos. Por eso, el consumo de un solo cigarrillo no tendría sentido alguno, solo el de retrasar el avance en nuestra recuperación (nota: a excepción de lo que Fumabook considera como errores asumibles dentro del Aprendizaje).
Algún día tu hierba habrá crecido y no podrás recordar por dónde pasaba tu coche.
Desde el primer minuto sin fumar, dentro de tu cerebro se producen cambios muy importantes. Podríamos decir que, en términos de necesidad de dosis, la adicción se cura sola, la hierba crece sin nuestra intervención, no hay que hacer nada. Cada vez que la persona vuelva a fumar, significará que pasa de nuevo por encima de la vegetación crecida pisándola, boicoteando esa recuperación automática que se produce en nuestro interior.
LA ADICCIÓN SE CURA SOLA A NO SER QUE NOSOTROS MISMOS INTERVENGAMOS INRRUMPIENDO ESTA SANACIÓN
Que hermosa reflexion y enseñanza!! Imperdible!