
La colilla es lo que queda de un cigarro fumado. Son muchos los fumadores que ante la falta de tabaco han tenido que coger uno de su cenicero. Su sabor no es agradable y enseguida notas que te quemas. Otros incluso los han tenido que coger del suelo de la calle o de ceniceros públicos.
Muchos son los fumadores que siguen pensando que fuman por placer. Imagínese que para usted comer marisco es un placer. ¿Acudiría a su basura o a los contenedores del vecindario en búsqueda de las cabezas chupadas de las gambas o langostinos para chuperretearlas un rato?
Los placeres se buscan y se consumen cuando apetecen y cuando las circunstancias lo permiten. No poder darse un baño relajante o un suave masaje no implica sufrir ansiedad o desesperación como cuando un fumador quiere fumar pero no puede.
Tener que bajar a la calle cuando no te apetece no es un placer, es una NECESIDAD. Bajas a la calle a las 11 de la noche porque se te ha acabado la sal para cocinar, se te ha terminado la bombona del gas butano o no tienes nada para cenar. La adicción es una enfermedad que te obliga a consumir una nueva dosis de nicotina. No hay más, no gusta, no aporta placer, solo te hace un ser un adicto, un dependiente.
Si no lo comprendes, intenta buscar la diferencia entre tu consumo de tabaco y el que coge una colilla aplastada de la calle y se la fuma. ¿Qué te distingue de él? ¿Qué hace que tú seas un fumador mejor o de otra categoría?
Lo único que el ser humano busca entre la basura son cosas necesarias y esenciales, nunca se hace por placer. Las personas necesitadas buscan entre los desperdicios comida, ropa o utensilios que revender para alimentar a su familia. El fumador sin recursos también ha de buscar entre la basura su droga.
Tú solo te diferencias de él que tienes dinero para pagar tu dosis. No eres distinto a él. Los dos sois drogadictos. Lo único que os distingue es vuestro poder adquisitivo. Dentro de tu cigarro nuevo, largo y blanco hay lo mismo que en el interior de una colilla chupada, mugrienta y aplastada: D R O G A.