Si surgiera en alguna reunión social (en alguna comida de amigos, en Facebook o en Twitter), una conversación sobre «valvulopatía aórtica», seguramente, menos cardiólogos o algún otro médico, nadie se atrevería a abrir la boca. Esto ocurre porque sobre esta enfermedad se tiene mucho conocimiento en el ámbito de la Cardiología y muy poco en la «calle».
Un suceso contrario ocurre cuando de algún tema se sabe poco o nada. Es lo que vimos durante la pandemia del Covid-19. La ciencia no tenía el conocimiento suficiente para hacer pronósticos fiables y tomar medidas totalmente eficaces. Se dieron bandazos sobre el uso de mascarillas, guantes, etc. Esta situación fue la que animó a cualquiera a dar su opinión. Por un momento pareciera que todos fueramos expertos en el tema. Cuando no hay una fuente de conocimiento amplio, fiable y suficiente, la ignorancia entra en el terreno de juego sin preguntar. Todos sienten poseer un sentido común.
Tristemente, la adicción depende del cerebro. De este órgano y de su funcionamiento se sabe mucho, pero muy poco respecto a su verdadera complejidad. Es por ello por lo que se sabe poco de la adicción a la nicotina. No disponemos de una especialidad reglada sobre tabaquismo en las universidades, no tenemos un tratamiento que cure al 80 o al 90% de los pacientes como puede ocurrir con otras enfermedades. Toda esta realidad deja un vacío muy grande que, lamentablemente, es ocupado por la opinión popular. Esto ocurre con otras enfermedades de la mente, como la depresión, muchos de los que la padecen tienen que soportar los «consejos» inexpertos de su entorno social.
En el tabaquismo se aprecia en la forma que cualquiera habla compartiendo afirmaciones sin fundamento alguno.
Hasta que llegue un tratamiento realmente eficaz, tendremos que agarrarnos a la poca evidencia científica de que se dispone y de las conclusiones extraídas por aquellos que se dedican diariamente a la labor de ayudar a dejar de fumar.
Vencer a una adicción no es cuestión únicamente de fuerza de voluntad, de beber agua o de ser optimista. Ser fumador no es un capricho, ni una decisión elegida libremente, ni un acto irresponsable. Lamentablemente ser ex-fumador no habilita a nadie para aconsejar a otros fumadores, únicamente para dar testimonio de que sí se puede dejar de fumar (cada fumador es un mundo).
Si la gente comprendiera sobre la extrema complejidad que rodea a la adicción a la nicotina, te aseguro que no se atrevería a decir ni una sola palabra sobre esta seria enfermedad.
Seamos muy cautos a la hora de hablar de este gran problema que mata a más de 50.000 personas en España al año.