Si has leído algo sobre Fumabook, sabrás que los fumadores estructuran sus adicciones sobre un conjunto de «creencias erróneas». Cada uno elabora las suyas, haciendo que no haya dos idénticos.
Estas creencias erróneas son consideradas por los fumadores como «Verdaderas«. Cuanto más verdaderas las considere, más fuerte y más difícil será que las detecte, las reconozca y las disuelva.
Estas creencias erróneas cambian o evolucionan a lo largo de la vida del sujeto. No es lo mismo no querer dejar de fumar «porque a mí el tabaco no me atrapará» que «por pensar que uno lleva muchos años fumando y que el daño ya está hecho». Cambian según las características individuales y las situaciones personales que se van presentando a lo largo del ciclo vital.
Las creencias erróneas, todas, van a configurar un engaño mental, que va a ser el responsable último de que la persona no deje de fumar, bien por anularle el deseo de dejarlo (yo no quiero dejarlo porque fumar es un placer), bien por «supuestamente» incapacitarlo para lograr dejarlo (a través del miedo y/o por el convencimiento de no tener las herramientas necesarias para conseguirlo).
Este engaño es INVISIBLE frente a los ojos del fumador. Aunque éste crea verlo, no es posible que lo detecte.
Por todo ello, se hace imprescindible trabajar con las creencias erróneas a través del diario personal tal y como sugerimos en el libro Fumabook: el fin de una adicción.