Indudablemente dejar de fumar es una decisión muy personal. Ningún fumador debe sentirse obligado ni presionado por nadie para hacerlo. Ser consumidor de cigarrillos no tiene nada que ver con esa visión que algunos tienen de “personas irresponsables o que no echan cuenta a su salud”. Ser fumador es otra cosa mucho más compleja y difícil de entender por el que nunca lo ha sido.
Imagina que conoces a alguien con una enfermedad que le provoca un gran dolor y un fuerte temblor en ambos brazos. La única manera que tiene de calmarlo es beber una ampolla de un medicamento que a los pocos segundos le hace desaparecer el movimiento y el dolor. Por este motivo, este sujeto debe administrarse una dosis de este fármaco cada 30 o 40 minutos.
¿Te parecería esta persona un ser vicioso, irresponsable o inmaduro?
Obviamente, no. Comprenderíamos a la perfección su “repetida necesidad” de tomar cada poco tiempo su medicamento para encontrarse mejor. No hace falta imaginarse su dolor, tan solo con evitar ese exagerado temblor que le impide hacer una vida normal, nos parecería estar completamente justificado. Pensaremos que la dosis del fármaco es vital para la persona para poder ser funcional e independiente. Por otra parte, el alivio del dolor no lo podemos percibir, pero es algo que le produce un enorme bienestar a esa persona al poco de tomarse su ampolla.
Al fumador le pasa exactamente lo mismo, sufre de una “repetida necesidad”. En su caso no hay un motivo visible que se pueda apreciar tal y como ocurría con el temblor de brazos en el ejemplo anterior. Lo que siente el fumador es un tremendo malestar y un deseo intenso de fumar. Eso no lo ve el que nunca ha fumado, por eso no lo puede comprender, nunca se podrá poner en el pellejo del fumador. Cuando se fuma, estas sensaciones desaparecen por un tiempo, aportando un bienestar por la desaparición de ese malestar que, erróneamente, se interpreta como un placer, un falso placer.
Si el fumador dejara por un tiempo de fumar, esta “repetida necesidad” desaparecería, pero este camino no es ni tan corto ni tan fácil como muchos piensan. Lo importante es saber que cualquiera puede conseguirlo con un poco de esfuerzo y aprendizaje. El problema, y ésta es otra cuestión que no logra entender el que nunca ha sido fumador, es que el fumador está sometido a un engaño mental que le dificulta creer en esta posibilidad absoluta de poder dejar de ser un adicto. El fumador visualiza una realidad que no es cierta en su totalidad. Muchas de sus creencias son erróneas, y escapan de sus ojos aunque haga un gran esfuerzo por reconocerlas, aunque se les señalen o se le expliquen con detenimiento. Aunque el fumador crea identificarlas, gran parte de ellas son ignoradas.
La adicción al tabaco se sostiene gracias a una NECESIDAD impuesta por el cerebro adicto. Esta necesidad requiere de establecer un engaño en la mente del adicto para que la satisfaga consumiendo una dosis de nicotina a pesar de saber que con eso está “dinamitando” su salud. Para vencer al tabaco es preciso salir de esa idea equivocada de que fumar es algo que gusta o aporta placer.