«Yo solo soy un fumador social». Esta frase es muy frecuente en aquellas personas que solo fuman los fines de semana cuando están con amigos, o en actos sociales como reuniones o comidas de trabajo.
Tal y como explicamos en el libro Fumabook, si le dieras a probar un cigarrillo a alguien que nunca ha fumado, éste sentiría un conjunto de sensaciones negativas como son: mal sabor/olor, tos, naúseas, mareos, etc. Es decir, el tabaco no aporta placer, más bien satisface una necesidad adquirida tras un contacto continuo con la droga. Efectivamente, solo elimina o reduce un malestar que él mismo provoca ante su ausencia en el cerebro.
Esta necesidad adquirida no se establece de la misma forma en todos los fumadores; hay quienes fuman 5 cigarrillos al día, y quienes se fuman 60; hay quienes fuman nada más despertar y quienes esperan a la tarde. En resumen, el cerebro adicto se comporta de una forma muy distinta en cada persona.
Ser un fumador social no te hace menos adicto que el que fuma 40 cigarrillos al día, tan solo te configura como un adicto de menor consumo, simplemente es eso. Pero igualmente posees un cerebro adicto que te ordena que fumes en determinadas circunstancias. Fumar no gusta, no aporta placer… solo cubre una necesidad impuesta por la adicción. Por eso fumas, porque también tú posees esta necesidad adictiva.
Tristemente he de decirte que ser fumador social solo es una etiqueta que intenta disfrazar la verdad de tu cerebro, de tu cerebro adicto. Si crees ser verdaderamente libre, intenta dejar de fumar 6 meses, verás cómo no te gusta la idea.
No demores más el hecho de ser consciente de tu adicción y deja de fumar ahora que estás a tiempo, antes que tu salud se resienta.
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