Si eres de las personas que nunca hace ejercicio físico, imagina que a partir de mañana tengas que comenzar a salir a las nueve y media de la noche a caminar una hora, incrementando la velocidad a lo largo de los meses hasta poder salir a correr de lunes a viernes una distancia de 10 kilómetros diarios. Construir este hábito requiere de mucho sacrificio y sufrimiento. En cambio, también debes saber que los sujetos que tienen instaurado este hábito, no se sienten bien el día que no pueden salir a correr. Refieren sentirse “enganchados” a ese deporte.
Tal y como pasa con el ejercicio físico, los distintos hábitos se comportan de una forma muy similar. Pongamos otro ejemplo. Las personas que se lavan los dientes tres veces al día, no se sienten cómodas si se saltan alguna de esas limpiezas. En cambio, si le pides a alguien que nunca se limpia los dientes, que lo haga tres veces al día, expresará rechazo, pereza, y probablemente no lleve a cabo nunca esa nueva rutina.
En general, los hábitos cuestan mucho, tanto instaurarlos como disolverlos. Esa es una de sus principales características. Se requiere tiempo para que ocurra ambas cosas.
Con el tema del tabaco la tarea de romper el hábito se complica, pues no solo afecta a un momento del día en concreto, sino a muchos.
Dejar de fumar no solo supone soportar la ausencia de nicotina en sangre. En mi opinión, aguantar las sensaciones que produce la falta de nicotina está al alcance de cualquiera (con esto no digo que sea fácil). Lo que suele costar más, además de disolver el engaño mental que produce, es reconstruir una nueva vida, una nueva rutina sin cigarros.
Ese gran desánimo que nos suele entrar a las horas o días de dejar de fumar y que nos hace recaer una vez más en las fauces de la adicción, no es más que la tristeza, la rabia y la desesperación que nos produce el hecho de no tener el cigarro en la mano en todas esas situaciones en la que estábamos tan acostumbrados. De ahí surge ese “no puedo”, “no tengo fuerza de voluntad”… No aceptamos esa nueva rutina.
¿Qué nos ocurre realmente cuando decidimos rendirnos? Es muy sencillo, nos da pereza. Nos negamos a seguir “sacrificándonos”. Por eso no solemos consultar a nadie nuestra decisión de volver a fumar. No queremos escuchar lo contrario. Esto lo vemos en el grupo de Facebook de Fumabook. Los miembros suelen informarnos de la recaída cuando ya ha sucedido (y no cuando están a punto de encenderse el cigarro).
Habitualmente no queda muy bien reconocer que uno sigue fumando porque es “perezoso” o porque tiene poco “espíritu de sacrificio” o porque uno es un “comodón”. Lo que solemos hacer es maquillar la situación inconscientemente y sin que nos demos cuenta para proteger nuestro ego.
Es en ese momento cuando encontramos motivos más convincentes para seguir fumando: “si sigo sin fumar me voy a buscar otro problema peor; me voy a cargar la relación de pareja; voy a desarrollar una depresión grave; no voy a poder ir a trabajar; me afecta en mis otras enfermedades….”.
Luego, cuando ya nos hemos fumado el cigarro, aparecen los sentimientos de culpa, arrepentimiento y derrota, buscando a nuestro alrededor apoyo para que nos ayuden (¡ya es demasiado tarde!).
Tristemente, y aunque suene muy mal, el fumador suele buscar excusas para no aceptar su pereza. Nos guste o no, eso es lo que ocurre. Por eso ansiamos un método rápido y eficaz, una pastilla, un láser o agua milagrosa que nos quite todo ese problema de encima. La cruda realidad es que las abdominales no se marcan bebiendo cerveza, comiendo hamburguesas y viendo la televisión tumbado en el sofá.
Los grandes retos se obtienen con grandes sacrificios, y son muchos los que no están dispuestos a sacrificar ni un ápice de su bienestar para obtener la recompensa personal de haber logrado sus sueños por sí solo. Lamentablemente éste es uno de los grandes problemas de la sociedad actual, querer las cosas “ahora y sin esfuerzos”. Muchos no saben que de estos sacrificios se obtiene la felicidad.
Algunos vaticinan una sociedad futura en la que la ciencia nos permitirá a todos estar delgados, fuertes y contorneados sin esfuerzos, con solo tomar una pastilla estaremos en plena forma. Hablan de un mundo donde los conocimientos serán “volcados” sobre nuestros cerebros como se hace en la actualidad con los ordenadores. No hará falta estudiar. Cuando llegue ese momento en que el ser humano obtenga todo sin esfuerzo, nos enfrentaremos a problemas de felicidad nunca visto antes. El bienestar y la paz interior no se compran con caprichos o regalos, siempre vienen fruto del esfuerzo, del aprendizaje y del crecimiento personal.
El rol de víctima no nos ayuda para vencer al tabaco
Tenemos que ser auténticos guerreros para vencer a la adicción
P.M. Alles – Psicólogo y escritor del manual para dejar de fumar: Fumabook