Pasadas varias horas tras apagar el último cigarrillo, aparecen esas ganas irrefrenables de fumar. Uno puede llegar a sentirse nervioso, agitado, desesperado, triste, con ganas de llorar, sentir una visión catastrofista de su propia vida y de su futuro, etc. En efecto, uno entra en una espiral de emociones negativas muy intensas (sigue en pág.2)