
A medida que la persona va fumando durante los primeros meses y años, su cerebro irá experimentando múltiples cambios en su estructura. El resultado es un cerebro que deja de estar sano y pasa a estar enfermo, pues no funciona como lo hacía anteriormente. Este cerebro enfermo se caracterizará por la necesidad de «comer» nicotina para encontrarse «bien» y trabajar como lo hacía previamente. En el caso que esta necesidad no sea satisfecha, es decir, en el caso que la persona no fume, este cerebro enfermo emitirá una serie de señales «dolorosas» para obligarle a consumir. Estas señales conforman el conocido síndrome de abstinencia y que podrá sentirse a través de varios síntomas (ansiedad, tristeza, insomnio, aumento del apetito, irascibilidad, ganas imperiosas de fumar, entre otros…). Esta abstinencia aparece como un incendio en el interior de fumador, un incendio que molesta, no es agradable, un incendio que duele. A medida que el fumador se pone un cigarro en la boca e inhala el humo de su combustión (o nicotina con vapeador), este incendio se consume, se extingue, hasta quedar en unas brasas que no llegan a apagarse del todo (ahí el fumador se encuentra mejor -sensación subjetiva de placer-). Con el paso del tiempo (minutos u horas, dependiendo de la persona), estas brasas volverá a activar poco a poco un nuevo incendio que irá creciendo hasta volver a hacerlo insoportable, obligando al fumador a consumir un nuevo cigarro. Estos incendios aparecen cuando baja la cantidad de nicotina, pero también ante ciertos estímulos (por ejemplo, dependiendo de la persona, al beber café o cerveza, tener una discusión de la pareja, estrés en el trabajo, una fiesta, tras comer, etc.). El fumador se lleva toda la vida sofocando incendios para poder llevar una vida medio normal (digo «medio» por el hecho de sufrir la condena de arrastrar con una cajetilla el resto de su vida, debiendo consumir cada «x» minutos a costa de castigar su salud, su libertad y su bolsillo).
Con esto podríamos decir que el fumador vive crónicamente en un incendio interior que debe sofocar parcialmente cada determinado tiempo. El fumador vive crónicamente en un malestar que sube y baja a medida que se fuma un cigarro. El supuesto «placer» que siente el fumador al fumar no es más que la extinción parcial de su incendio interior. Es por eso, por lo que si le das un cigarro a alguien que no posee un incendio interior (no es adicto a la nicotina) no sentirá placer alguno. Esta es la razón por la que determinados cigarros parecen más placenteros, simplemente porque se consumen ante incendios más agresivos, hostiles o virulentos ante ciertos estímulos (dependiendo de la persona: beber alcohol, sentirse ansioso o triste, etc.), son picos de máxima necesidad de droga. No hay cigarrillos más placenteros, son todos iguales, lo que cambia es la necesidad adictiva del fumador, «el tamaño del incendio».
El fumador vive encadenado a la obligación de apagar cada ciertos minutos una abstinencia crónica que perdurará hasta su muerte si no lo remedia antes. Cuando el fumador deja de fumar de manera definitiva, deberá pasar por unos meses de incendio molesto, que con el tiempo, tenderá a remitir por sí solo. Así es, la enfermedad de la adicción a la nicotina se consume así mismas si tú no le proporcionas nicotina (gasolina para el fuego) . Con el tiempo, ese incendio molesto de la abstinencia, se transformará en unas simples brasas, y si aguantas un poco más, éstas se convertirán en ceniza fría e inerte que nunca más te molestarán. En tu futuro, la ausencia de este incendio no te generará más ganas de fumar. Así es, si lo haces bien (con una correcta gestión cognitiva de la adicción), no te volverá a apetecer. Eso sí, si algún día decides fumarte un cigarro por cualquier motivo (recordar su sabor, compartirlo con un antiguo amigo que fuma, creer que te aliviará en una mala racha o pasarlo bien en alguna fiesta), éste podrá poner de nuevo en marcha tu incendio interior. De ti depende comprender todo esto y no caer en el grave e inocente error de ponerte un cigarrillo en los labios después de años sin hacerlo. Aprender a conocer cómo funciona tu enfermedad adictiva te ayudará a evitar estos «despistes».
Muchas gracias Pablo.Hoy ha sido muy dura la mañana y leerte, me ha servido de una gran ayuda, aunque siempre estás presente.Agradecerte que llegarás a mi vida , es poco , con el trabajo tan importante que desempeñas.Gracias, gracias, gracias.