
Dentro del contenido de cualquier manual de instrucciones sobre alimentación hay gran cantidad de información (creencias) que podríamos organizarlos en cuatro capítulos fundamentales:
(1) El referido al tipo y cantidad de alimentos que puedo y debo ingerir.
(2) Aquel que determina que cuerpos se consideran normales, bellos y sanos, y el mensaje que el propio cuerpo emite al entorno en base a estos criterios.
(3) El que explica el papel que juega determinados alimentos en nuestra forma de disfrutar la vida o ser felices.
(4) Aquel que describe cómo funciona nuestro cuerpo.
Veamos a continuación un ejemplo de estos cuatro apartados en el testimonio de una mujer llamada Juliana:
«Soy una mujer de 44 años, y desde hace mucho sufro de obesidad. No entiendo por qué me cuesta tanto perder peso, pues como muy poca cantidad y alimentos muy sanos, nada de comida que engorde (1), muchas ensaladas. Cuando era joven estaba muy delgada, pero por lo visto ahora la comida me engorda muchísimo, parece que absorbiera la poca cantidad de grasa que ingiero (4). Mi únicos pecados son el chocolate después de comer y las cervezas del fin de semana, para mí son dos cosas sagradas (3), me hacen feliz; soy de las que pienso que la vida hay que disfrutarla, que algún pecado se puede tener, no creo que eso únicamente sea el origen de mis kilos. Al fin y al cabo, pienso que hay cuerpos que gastan más energía que otros. Mi marido come más que yo y está como un palo. Creo que mi cuerpo, haga el deporte que haga, tiende a consumir muy poca energía (4), y eso me hace estar más gorda de lo que quisiera. También es verdad que no quiero estar tan flaca como mi hermana, parece que está enferma. Me gustaría tener un poco de carne donde agarrar ”que es lo más sano y lo más bonito” (2).
Si tratáramos de realizar un análisis exhaustivo de cada una de las afirmaciones de Juliana, seguramente encontraríamos una cantidad no poco considerable de errores. Sería muy interesante conocer qué significa para ella «comer poca cantidad», «alimentos sanos» o “comida que engorda”; o los fundamentos que tiene para pensar que «su cuerpo absorbe más cantidad de grasas que el de los demás»; o que es para ella «ingerir poca grasa»; comprender por qué «el chocolate y la cerveza pueden a llegar a ser alimentos sagrados» en la vida de una persona; averiguar «qué tipo de deporte o ejercicio físico ha realizado esta mujer» desde que salió de las clases de gimnasia del colegio; o por qué una persona muy delgada es sinónimo de estar “enferma” o por qué “tener donde agarrar es más sano”. Toda esta información que Juliana posee en su sistema de creencias y que todos igualmente poseemos en nuestro manual de instrucciones, van a constituir el origen real de la mayor parte de los problemas que podamos llegar a tener con la alimentación. Para que me entiendas, sería hacer hincapié en que la clave no está en la capacidad de resistencia a la hora de restringir los pasteles, sino en la importancia de cambiar el papel que los pasteles pueden llegar a tener en nuestras vidas. El manual de instrucciones funciona como un mapa interior bastante rígido y solamente susceptible a ser ligeramente modificado con experiencias muy contundentes que pongan en tela de juicio de una forma muy manifiesta algunas de sus «verdades». Aquí hayamos la verdadera dificultad a la hora de intentar cambiar la forma de comer de alguien: antes hay que cuestionarse el manual de instrucciones y ponerlo en cuarentena. Intentaré ayudarte a detectar qué parte de tu manual es correcto, cuál hay que modificar y el contenido que necesita una sustitución radical. No será fácil, pero lo conseguiremos.