Muchos fumadores afirman que les gusta mucho fumar, incluso que les aporta placer. Éste es uno de los motivos más poderosos por el que algunos no quieren dejar de fumar, y muchos, aun queriendo, no lo consiguen.
Hay dos formas principales de premiar a una persona, dándole un incentivo o quitándole un castigo. Ejemplos de ambos son:
“Si apruebas todos tus exámenes te compro una bicicleta”.
“Si apruebas todos tus exámenes no te quito el móvil”.
Muchas personas piensan que fumar aporta algo que gusta, es decir, un premio. Éste es un mal punto de partida a la hora de dejar de fumar. El fumador no fuma por la obtención de un premio, lo hace para suprimir un castigo: la Abstinencia. Esto que es tan fácil de entender para el que no es adicto, se hace muy difícil en muchos fumadores que siguen empeñados en afirmar que fuman porque les da placer. En sí, el cigarrillo no tiene características propias que aportan placer, sino todo lo contrario. Toma un cigarrillo, enciéndelo y colócalo en la boca de un hombre de 40 años que jamás haya fumado. Luego pregúntale qué le parece, qué le hace sentir. Este experimento puedes hacerlo con cualquier sujeto no fumador del planeta. En el 100% de las ocasiones, su respuesta será:
– Sabe mal.
– Es desagradable.
– Produce tos.
– Da mareos.
Y en un porcentaje alto también referirán que produce náuseas o, incluso, vómitos.
En efecto, ante un tóxico tan potente, el organismo siempre trata de protegerse para que no lo consumas, induciéndote mal sabor, mal olor, irritación de garganta, mareos, náuseas o vómitos.
Esto demuestra sin dudas que el cigarro no tiene la capacidad de generar placer
Otra cosa muy distinta es lo que sucede en el cuerpo del fumador. Tras la administración repetida de nicotina, el cerebro se transforma en un cerebro adicto que va a NECESITAR una nueva dosis. Si no se la das, éste generará unas sensaciones nada agradables (Abstinencia). Para calmar este “Castigo”, el fumador NECESITA introducir en su cuerpo una nueva dosis de droga, que le calmará por un limitado periodo de tiempo ese malestar. Por todo esto, el fumador debe erradicar esa falsa idea de que fumar aporta placer, ya que en realidad lo que hace es apaciguar momentáneamente la abstinencia que él mismo te está provocando.
Esto explica que no hay cigarros que gusten más (por ejemplo, el del café), sino momentos en que es más NECESARIA esa dosis de droga.
Esta NECESIDAD a la que nos referimos, una vez la persona dejar de fumar, irá desapareciendo con el tiempo hasta un punto en el que ya no necesitará fumar ni un solo cigarrillo.
La adicción al tabaco se cura interrumpiendo la administración de nuevas dosis de droga y, por supuesto, disolviendo las «creencias erróneas» que genera el cerebro adicto para perpetuar el consumo
Ciertamente, como los zapatos que te hacen daño y al quitarlos se genera un placer enorme.
Los fumadores estamos todo el santo día quitandonos los zapatos, y poniéndonoslos de nuevo para procurar el placer de quitarnos los…