Capítulo 8

Te puso el siguiente contrato delante de tus ojos y tú lo firmaste: “Tú me aseguras mi dosis de nicotina y yo, a cambio, te aseguro una vida tranquila y sin más complicaciones”. De vez en cuando, aquel viejo Capitán que siempre cuidó por ti, pega algún grito de socorro, avisándote de que este pacto puede costarte tu salud o tu propia vida. Esto te hace pensar y recapacitar, te sueles acercar a la puerta del zulo, preocupado, pues temes que se cumplan todas las amenazas de tu Carcelero. Es muy importante que sepas que eres muy afortunado por, al menos, querer salir de allí. Otros Carceleros llevan aun más lejos el engaño, y logran mantener por mucho más tiempo aquella bella apariencia de zulo grande, blanco y luminoso que tanto
gusta a los pobres fumadores que no desean dejar de fumar. Aquellos que siguen diciendo “¡Fumar me gusta!”. Es para sentirse muy orgulloso de no haber permitido que tu Capitán se haya callado para siempre. Nunca consientas que su voz desaparezca en el
olvido. Recuerda que todos los pensamientos que aparezcan y que te intenten derribar tu idea de ser libre, serán susurros falsos de él, de tu Carcelero. Repasemos algunos de ellos:

“Sin fumar no podré lograr dormir adecuadamente”
“Si dejo de fumar, viviré toda mi vida triste y echándolo de menos”
“Sin fumar no me voy a encontrar bien en sociedad, me voy a sentir incómodo