A medida que la voz de aquel viejo Capitán gritaba implorando salir de aquella cárcel, el cruel y oscuro inquilino que gobernaba ahora tu cerebro te susurraba al oído llenándote la cabeza de mentiras y amenazas. Eso es, cada vez que pretendías girar el pomo de la puerta y tirar de ella, la voz del Carcelero aparecía para recordarte todas esas cosas que tú ya sabes: “tú no eres capaz de conseguirlo”, “no volverás a ser igual de feliz sin mí”, “vivirás triste y ansioso el resto de tus días”, “engordarás”, “jamás te desaparecerán las ganas de fumar”, “tú no tienes la fuerza de voluntad suficiente para salir del zulo”, etc. Así trabaja el Carcelero, construyendo todas estas creencias erróneas (distorsiones cognitivas) que habíamos tratado en capítulos anteriores, induciéndote un inmenso MIEDO para que no puedas salir de allí. Lamentablemente, el Carcelero logró hacerte ver
que todas esas mentiras que te decía eran ciertas, y eso te llevó a un estado de ceguera que no te permitió, durante todos estos años, tomar el rumbo correcto de tu destino. ¡El gran ENGAÑO se había consumado! Este Carcelero, al tener el control de todo tu cerebro,
comenzó una investigación muy minuciosa sobre ti, iniciando una exploración para encontrar todas tus debilidades. Buscaría una a una, con oportunismo y crueldad, para convencerte que cada uno de tus problemas necesitaba obligatoriamente de la dosis de nicotina para poder sobrellevarlos. Su estrategia fue exacta: él quería su dosis de nicotina, pero no podría conseguirla por sí solo, por eso te convenció, usando tus puntos flacos, para que le dieras lo que él quería.