Capítulo 8

El problema de este Carcelero es que, mientras estabas tranquilo y confi ado de que podías salir cuando te apeteciera, fue tejiendo en el interior de tu cerebro una densa red de tentáculos a modo de tela de araña que, con el tiempo, le permitiría controlar todo tu cerebro al completo. Tristemente, mientras tú reías y charlabas con un cigarro entre tus labios pensando que lo dejarías en cualquier momento, las raíces oscuras de tu zulo crecían lento pero seguro, atándote con una ingeniosa invisibilidad a lo más profundo de tu cárcel imaginaria.

A los años, hubo un día en que, por tu propia voluntad, quisiste marchar de aquella inmensa sala iluminada, pero cuando agarraste la puerta, ésta se volvió gruesa y pesada, dándote cuenta que no la podías abrir. Así fue, el pernicioso Carcelero urdió un plan perfecto mientras tú estabas distraído. Aquella habitación se encogió y se oscureció al instante y, desde entonces, ya nunca pudiste salir. Fue ese el momento en que te diste cuenta que la adicción te había atrapado.