Cuando rompe con nosotros alguna pareja sentimental que consideramos como “buena persona” o “buena para nosotros”, siempre nos costará superar más la ruptura y el distanciamiento, que si se tratara de alguien que sabemos “que no nos quiere”, “es cruel con nosotros” o “no nos interesa”. Pues con el tabaco pasa exactamente lo mismo. Muchos dejan de fumar estando convencidos que están abandonando algo bueno, algo que les gusta o aporta placer. Sinceramente, esto es una muy mala forma de empezar. Antes de iniciar el viaje hacia la libertad, es muy importante que tengas muy claro qué representa la droga en tu vida, y para eso te voy a poner un ejemplo que utilizo mucho.
Imagina que estás en el banquete de una boda de unos amigos. Has comido bastante, pues todos los platos del menú estaban deliciosos. El camarero se acerca a preguntarte si deseas postre, pero le contestas que prefieres no comerlo pues estás demasiado lleno. Ya no tienes hambre alguna. Al rato compruebas que, al resto de invitados, se le está proporcionando un trozo de tu dulce favorito. Además, indagas, y te enteras que está elaborado por el mejor repostero de la ciudad. Lógicamente, llamas de inmediato al camarero, te disculpas y le ruegas que te traiga un trozo de aquel manjar. Él lo trae rápidamente y te lo empiezas a comer. Quedas completamente extasiado por su sabor, su textura, su cremosidad y su temperatura perfecta. Todo configura en tu boca un deleite capaz, incluso, de sorprender a los paladares más exigentes. Estás satisfecho y contento de haber podido disfrutar de ese inmenso placer. A pesar de estar completamente lleno, no te arrepientes de haber cambiado de opinión y haber tenido la oportunidad de probar ese gran bocado.