Al igual que de joven vivías sin hacerte consciente que no te hacía falta vivir sin tabaco, una vez entraste en el zulo de la adicción, no te diste cuenta que tu Libertad fue secuestrada. Tu Capitán, la brújula de tu destino, quedó preso y amordazado. Llevaba tantos años callado, que ni tú sabías que existía. El Carcelero te hizo creer que su voz era la que había comandado hasta entonces en tu vida. Te distrajo, se aprovechó de tu juventud, tu inocencia y tu credulidad, y se hizo pasar por tu Capitán. Fue en ese preciso momento cuando tu Libertad desapareció y no fuiste consciente que, para vivir, necesitabas fumar. Creías que fumabas porque tú elegías libremente hacerlo, pero eso no es cierto.