Este estado agudo de malestar, nos hace perder la visión tranquila y objetiva que tenemos habitualmente de la realidad que nos rodea, haciéndonos doblegar nuestra voluntad, es decir, nos hace buscar un cigarro y llevarlo a la boca. Enseguida, tras dar las primeras caladas, recuperaremos esa visión objetiva de la realidad, notando un gran sentimiento de culpa, de derrota, de sentirnos otra vez estúpidos, vulnerables y frágiles por haber caído de nuevo en la trampa. ¿Qué debemos hacer en estos casos? (sigue en pág.3)